La pandemia y el inicio de la distopía (I)

No será un paréntesis. Es el traumático comienzo de otro paradigma, el final de esa desinfección de la realidad en la que estábamos inmersos. Una parte de la historia se consume y arde como la madera vieja, sin remedio. De repente, un virus nos afecta a todos por igual y al mismo tiempo; de súbito, los asideros de la sociedad global desaparecen porque no hay donde agarrarse. Y ya no hay vuelta atrás. No tenemos ni idea de cómo cambiarán las cosas, qué clase de mundo irá surgiendo cuando la pandemia finalice. Pero está claro que esto no se trata de un paréntesis tal y como tratan de vendernos.

metro

Aún estamos en la fase de shock inicial, tratando de asimilar qué coño está pasando. De un día para otro han confinado a un país entero y la vida que hasta ahora llevábamos ha quedado interrumpida (diría que criogenizada). Desde ámbitos como el pensamiento actual y la filosofía, la pandemia es un gozoso hervidero de ideas, una orgía intelectual en un momento paradójicamente tan dramático.

“Hemos tenido un accidente de coche. Un accidente de coche mundial. Los implicados somos todos. Todavía estamos tratando de sacar a los muertos y los heridos del amasijo de hierro en que ha quedado convertido el monstruoso vehículo en el que viajábamos. Luego empezaremos a preguntarnos cómo fue que pasó, si pudimos evitarlo, si habrá una próxima vez”. Quien así se pronuncia es Alessandro Baricco, escritor y pensador italiano. Como nosotros, lleva tiempo confinado en su casa de Turín y acaba de publicar un libro titulado “Game” (Anagrama) que parece haber tenido un punto premonitorio respecto a lo que estamos viviendo. ¿Y qué piensa Baricco acerca de las repercusiones e implicaciones que va a traer aparejada la pandemia?

Según él “para la mente del intelectual, lo que está ocurriendo, pese a la pena, es una fiesta porque todo lo que ves está cambiando el mundo. El pensador está viviendo un momento mágico”. Habla de cómo ahora, la democracia es nuestro sistema de emergencia, como una unidad de cuidados intensivos que acude a nuestro rescate tras el pedazo de hostia que nos hemos dado. Curiosamente, venimos de una época de desafección de la política y de la propia estructura democrática; pero en una semana confiamos ciegamente en las draconianas medidas adoptadas con el deseo de salir de ésta. Aunque Baricco advierte que esto está siendo solo un ensayo general: “pasaremos los próximos 50 años así porque el planeta se está acabando”. De algún modo, somos la sociedad que hemos interrumpido el culto a la profundidad abrazando el nuevo credo superficial en lo tecnológico, adoptando como esquema formal el de un videojuego, donde todo sucede deprisa y corriendo. Y de repente ¡bum!, una pandemia sin parangón que lo pone todo patas arriba, hasta el mismo concepto de realidad.

Vulnerables, frágiles, sin seguridad ante la amenaza del virus, nuestra vida se ve reducida en cuanto a estímulos, apegos, toma de decisiones. Nos recluimos por imperativo legal, no sabemos por cuánto tiempo, las democracias occidentales nunca han vivido una cosa así y supondrá todo un reto sin precedentes. ¿Están mejor preparadas las sociedades orientales que las occidentales para una situación de este tipo?

Leyendo un artículo de opinión de Byung Chul Han, filósofo surcoreano, se me quedó cara de circunstancias. Quizás nos encontramos en la antesala de la caída definitiva de Occidente en aras de los emergentes dragones asiáticos. Países como Corea del Sur, Singapur, Hong-Kong, Taiwán y Japón, nos llevan la delantera en la gestión de la pandemia. Quizás el cambio de paradigma tenga que ver con esto; estamos viviendo un spoiler con estos confinamientos masivos, el umbral hacia sociedades hipervigiladas, controladas, sin apenas trazas de la llamada “esfera privada”. El pulso entre sociedades obedientes y disciplinadas vs las sociedades individualizadas de Occidente.

byung chul han

Alude Byung Chul Han a un elemento singular que está siendo clave en estos momentos, la idiosincrasia de las sociedades asiáticas anteriormente mencionadas. Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo). “Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa. También confían más en el Estado. Y no solo en China, sino también en Corea o en Japón la vida cotidiana está organizada mucho más estrictamente que en Europa”.

Y aquí irrumpe el big data como elemento diferencial. Los países asiáticos apuestan firmemente por la vigilancia digital. El ejemplo más extremo lo hemos visto en China donde el gobierno, a través de app’s y rastreo masivo de datos, ha controlado todos y cada uno de los movimientos de sus ciudadanos. Así lo manifiesta Byung Chul al señalar que en Asia “las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado”.

Tal vez, la pandemia elimine de raíz el debate que debería producirse sobre el incremento de vigilancia digital. La conciencia crítica ante este fenómeno no ha aparecido (que se sepa) en los países del sureste asiático y no digamos en China donde cada ciudadano es evaluado consecuentemente en su conducta social. Allí, cada momento de la vida cotidiana está sometido a observación de un ente estatal, que a modo de padre de la criatura controla cada comportamiento y conducta individual. Y durante la gestión de la crisis del coronavirus se ha puesto de manifiesto.

¿Está la sociedad europea preparada para algo así? Ni en las peores pesadillas, se diría a bote pronto. Si la ciudadanía estaría dispuesta a sacrificar su privacidad ante situaciones de emergencia sanitaria como la que estamos está por ver en función de cómo vayan evolucionando los acontecimientos. No es descartable que un gobierno, bajo el paraguas de un estado de alarma o excepción, apruebe sin tener en cuenta al pueblo medidas como el intercambio de datos entre los proveedores de internet y telefonía móvil y las autoridades.

Lo que Byung-Chul tiene claro es que Europa está fracasando: “serviría de mucha más ayuda cooperar intensamente dentro de la Eurozona que cerrar fronteras a lo loco”. Esta psicosis soberanista por cerrarse a cal y canto es controvertida; la OMS aplaude estas medidas y otros organismos no lo ven tan claro.

Pero vuelvo al principio ¿Volveremos a lo de antes cuando esto se acabe? De nuevo, el concepto amortiguador del paréntesis que tratan de inocular en una ciudadanía paralizada de forma abrupta. Habrá una reactivación, pero será otra cosa, es prematuro saber cómo se va a ir materializando.

Baricco advierte que esta situación de confinamiento masivo nos llevará a interpretar la tecnología como una prolongación del cuerpo, “lo que yo llamo la humanidad aumentada”. Es decir, la dependencia con lo digital irá a más, será descomunal, fiel reflejo de una sociedad en movimiento que se ha visto cortocircuitada y que para su necesidad de la inmediatez y lo instantáneo, encuentra en la revolución digital un salvavidas. La paciencia es un valor que ya no sirve de nada, zanja el pensador italiano.

To be continued…

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